viernes, 4 de febrero de 2011

El río seguía su curso, por GAAB

El río seguía su curso
Aquella mujer apareció apenas el sol asomaba, su rostro arrugado se ilumino dejando ver un gesto de agotamiento, como de quien ha recorrido mucho trayecto para llegar a un punto sin siquiera descansar.
Se dirigió hacia aquella banca grisácea bastante destartalada, postrada a la orilla de aquel caudaloso río que seguía su curso de una manera ininterrumpida. Se sentó en ella, acomodándose de una forma imperante y fijo su vista en aquel ir del río, mientras la ciudad con su estrepito retumbaba a lo lejos.
Pasaron varios minutos, de pronto un niño pequeño de semblante jocoso se sentó junto a ella, la vio con una leve sonrisa, ella volteo y le contesto la sonrisa, le preguntó su nombre y contesto que “Erick”, el pequeño saco un juguete y comenzó a usarlo hasta que este cayera al suelo y se partiera en dos, el niño entristeció y se fue.
Pasaron los minutos, sacó un emparedado para comerlo, lo mastico justo cuando un joven de no más de 17 años tomó asiento a su lado ignorándola, llevaba consigo unos pesados audífonos y los encendió de tal manera que el ruido se escuchaba amortiguado, la señora lo miraba de reojo, mientras él movía su cabeza y fijaba la vista hacia un punto inexacto en el horizonte; pasados otros minutos miro la hora, tomo su mochila que al parecer estaba vacía, prendió un cigarro y se fue.
Pasaron los minutos, el sol mostraba un brillo bastante peculiar, la señora saco un sombrero de su pequeña bolsa que llevaba y lo coloco sobre su cabeza al tiempo que una joven con su novio pasaron frente a ella mirándose todo el tiempo, riendo despreocupadamente. El joven miró a su novia, le susurro algo al oído y se fueron de largo tan rápido como llegaron.
Cuando el mediodía había transcurrido una madre joven llegó con una carriola, acalorada se sentó, mientras la señora veía con mucho agrado al bebé; la señora se dirigió a la joven madre y le pregunto el nombre del niño , “Erick” contesto esta con un dejo de apatía, tomo una botella de agua del cochecito, bebió un poco, la cerro, se despidió con un buenas tardes de la señora y se alejo con la mirada un poco perdida, mientras sacaba una lista de encargos y tareas aun por realizar.
Cuando la tarde había llegado, la señora sacó otro emparedado y lo comió despacio, mientras observaba a unos patos que nadaban contra la corriente del río; terminando su refrigerio, una mujer más o menos de su edad, de una vestimenta extrañamente negra, se sentó al lado, mantenía una postura desgravada y ojos un tanto llorosos, parecía enferma y melancólica. La señora le saludo con un buenas tardes y la recién llegada volteó y contesto con lo mismo; comenzaron a charlar espontáneamente, como cuando llueve de repente. Parecían amigas de toda la vida, recordando viejos tiempos, hablando sobre sus vidas como si se hubieran conocido desde mucho tiempo atrás.
 Llegó la noche y la charla finalizó, la mujer que había llegado de improviso dijo “es hora” y se fue diciendo “buenas noches”, la primera mujer le contesto lo mismo observándola alejarse, antes de irse ella también. El ocaso culminaba, el sol se metía cada vez más, la luz se extinguía a cada segundo, las sombras se alargaban. Antes de irse observo a los patos que nadaban aun contra la corriente del río, se levanto, se fue por donde había llegado, la obscuridad la cubrió, la devoro hasta que de ella ninguna silueta se vio y mientras tanto el río seguía su curso.

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