sábado, 31 de marzo de 2012

Cuentos...El listón arcoiris /II

He llegado una hora tarde al trabajo. Cruzo rápidamente la puerta de cristal coronada por los colores del arcoiris, derrapo sobre la recepción, un espacio decorado estrafalariamente, con afiches de hombres musculosos, esculturas de figuras extrañas, algunas de forma fálica, los sillones rosados se encuentran vacíos. Corro hacia el elevador gris que desentona con el colorido de la sala, presiono el botón de subir, entro y asciendo solo hasta el piso 48. Se abre la puerta y entro al pasillo, de piso blanco como la nieve, está bordeado por docenas de cubículos atiborrados de posters, fotografías, plantas extravagantes, peluches, estatuillas de formas angulosas y donde mis compañeros escuchan música electrónica o electo-pop de forma indiscreta haciendo gestos o movimientos como si estuvieran bailando en el antro mientras editan o escriben la porquería que Ulises haya pedido para ese día.

Llego a mi cubículo, mucho más sobrio que los de mis vecinos; sólo tengo una fotografía de Julio, unos libros y revistas, una taza llena de plumas y un cuadro de Virginia Woolf. Me siento con pesadumbre y enciendo la computadora, justo en ese momento aparece Gibrán, el molesto asistente de Ulises, un jovencito de no más de veinte años, cuyas gafas de pasta son más grandes que sus mejillas, su cabello rizado esponjado y sus ropas fosforescentes y su andar contoneado me provocan cierto nerviosismo.
-Hola papi, Uli me dice que si puedes revisar los textos de la Noche de Reinas Gay del antro Cat - retumba su voz estridente en mis oídos, se para con excesiva confianza frente a mi mientras se agarra la cadera.
-Ok, Gibrán, en un momento los reviso
-Bien papi, oye, hoy te ves muy guapo eh - se larga diciendo eso, no sin antes verme directo al pubis, yo nervioso comienzo con un trabajo detestable.

Después de elaborar mi carta de queja contra la Cineteca, y publicar en mi columna de VENUS, un texto, basado en mi experiencia en el cine el día anterior,  titulado "¿Es esto diversidad?", donde critiqué la forma de etiquetar zonas, lugares públicos, transportes, tiendas, etc. como exclusivas para gays, pues no fomentaban nuestra inclusión en la sociedad, sino que nos apartaba más de ella. No recibí respuestas de Derechos Humanos ni Gobernación, en lugar de eso mi antiguo jefe, Roberto Campos, me mandó a llamar a su oficina.
 Me recibió con una sonrisa benévola, y sin más preámbulos me dijo en un tono gélido "interesante crítica la que hiciste ayer", yo no sabía que responder, su sonrisa me imposibilitaba de averiguar sus verdaderas intenciones, se levantó de su silla móvil, me miró sin dejar esa mueca de falsa efusividad y me dijo "sacaremos una nueva publicación, una revista exclusivamente para la comunidad gay, tenemos el apoyo de Gobernación y otras instituciones, y pues yo quería ofrecerte un empleo en ella, pero al parecer, no sé...tu crítica...", guardó silencio esperando una respuesta mía, yo no sabía qué decir, parecía una invitación sincera, trabajar como editor de una nueva revista y sobre todo de ese tipo podía generarme buenos ingresos; él pareció percatarse de mi vacilación y usó un argumento contra el cual no me pude defender en ese momento, "No creo que vayas a desaprovechar una oportunidad como esta sólo por un berrinche, tu y yo sabemos que estás exagerando las cosas", no pude repelar.
 En menos de una semana había pasado de ser un columnista y periodista a corrector de ortografía de una revista de cultura gay. Aún ignorante de mi destino laboral, di la noticia a Julio con aire entusiasta, él me celebró una pequeña fiesta por mi supuesto ascenso, y aunque los primeros días en mi nuevo trabajo resultaron gratificantes, pues iba conociendo a mis nuevos compañeros, tomé posesión de mi cubículo y me preparé para lo siguiente. Una semana más tarde, me di cuenta del error.

En la reunión de la primera edición, nos presentaron a Ulises Mayorga, el mismo cuarentón que había hecho la fiesta con muchachos para celebrar la nueva norma de convivencia. Su cuerpo robusto, su cabello lacio, su barba y bigote, sus ojitos mezquinos, su perfume Hugo Boss, su pose varonil dominaba la estancia. Yo lo miré intrigado, sospechaba de esa sonrisa picarona, de pronto, todo mi ser se hundió en cuanto su discurso comenzó. En pocas palabras explicó la línea editorial, enfocada a moda, antros, música, sexo y restaurantes, todo en órbita a la comunidad gay, cuando osé preguntarle sobre un apartado cultural su risa tronó tan fuerte que resultó intimidante, "No jodas, eso no vende ¿ cómo te llamas? " lo miré horrorizado, supongo que se notó en mi rostro, porque río aún más fuerte " ¿Cómo te llamas?, dime" , le respondí lo más serenamente posible "Me llamo Leonardo", me miro burlón y añadió "Pues mira Leonardo, esas chingaderas de cultura y eso, pues aquí no van, no venden, aca sólo hablarás de sexo y fiestas ¿cómo ves?" , le sostuve la mirada y le respondí "Pues veo que está usted en un error, habemos homosexuales que tenemos gusto por el arte y la cultura, creo que su visión es muy pobre y nada inclusiva si esto se trata de crear la gaceta oficial de la comunidad", esperé su reacción, no dejó de mirarme y luego lanzó una frase contundente y peligrosa, "Pues ya veremos donde te ponemos".

La vida para los que usamos el listón arcoiris en nuestras muñecas comenzó a  cambiar. En menos de un año se volvió a hacer una reforma de convivencia, esta vez mucho más incomoda, "...de 10 a 25 personas por departamento", rezaba la orden girada por Gobernación y la ONDH. La molestia se extendió por todos los propietarios de casa, hubo reclamos, junta de firmas, protestas, pero pronto fueron cesadas por una campaña de la ONDH donde tachaba a los inconformes como "negativos" y "egoístas", pues no querían convivir ni aportar a la armonía de la Comunidad gay; no fue tanto eso, sino las amenazas de castigos fiscales lo cual nos hizo replantearnos nuestro descontento.
 Tres días antes de que se venciera el plazo para incluir y registrar a las nuevas personas, fueran homosexuales, transexuales, bisexuales o travestís, a nuestro hogar, hicimos una junta con algunos vecinos del edificio y conocidos. Y decidimos, que como mi casa era más grande, se mudaran a ella, todos aceptaron.

Vinieron a vivir con nosotros unas vecinas, Sandra y Rebecca, ambas veterinarias cuya hija, Andrea,  tenía unos ocho años de edad; Jonathan y Edmond, canadienses ambos, nacionalizados, Jonathan era diseñador gráfico y Edmond cheff en un restaurante no lejos de allí, y Fausto, un hombre de sesenta años, historiador, viudo y con una gata llamada "Chelsea". Eramos doce, junto con la gata, en total en mi casa.
Nos acomodamos como pudimos, nuestra recamara fue cedida a Sandra, Rebecca y su hija. Nuestra sala también fue adaptada Edmond, Jonathan y Fausto, los cuales dormirían ahí. Mientras Ricardo, Alex y Alberto ocuparon un solo cuarto, Julio y yo ocupamos el más pequeño. Fuimos registrados por la ONDH y posteriormente todo parecía  estar tranquilo.

Pero en vísperas de Navidad nos darían nuevas sorpresas. Cerca a las fechas navideñas, las tiendas de la zona rebosaban de artículos, esferas, luces, todo para la cena, pero el regalo del santa claus del gobierno nos tomaría con irritación a algunos y sin cuidado a otros. Se creó la radio, televisión y web exclusiva para gays y lesbianas; Arcoiris Network , se inauguró el 23 de diciembre en la Zona Rosa, fueron contratados varios empleados de la revista de la comunidad y el jefe de la nueva empresa era un político "progresista" llamado Jorge Fierro.
Nunca creímos lo que pasaría después; en plena navidad, durante la cena que Edmond había tenido la amabilidad de preparar, nos quedamos con la boca abierta al notar que no teníamos canales en nuestro paquete más que dos, justamente de Arcoiris Network, mientras en Internet había un bloqueo contra muchas páginas , ahora sólo abrían Arcoiris web, otras de pornografía y chats. Lo mismo en la radio. Nos habían restringido los medios. El mismo 25 de diciembre, un grupo extenso de indignados fueron a marchar frente a Gobernación y la ONDH, sin embargo, justo ese día, se organizaron fiestas por parte de la nueva empresa comunicativa en los antros más famosos de la ciudad, exclusivo para gays. La protesta quedó deslucida.
Así pasaron los días, fue año nuevo, nuevas fiestas, nuevas celebraciones y aunque se organizaron otras marchas, la ONDH afirmó que los canales y accesos a páginas de Internet regresarían justo el primer día del año. No sucedió, pero al parecer tampoco les importó a la gran mayoría de los habitantes de las zonas únicas para la comunidad, se habían identificado rápido con los nuevos medios sólo para ellos, sin nada de "moralinas" e historias de "puros heteros", decía Ulises mientras sonreía bonachón en una de las tantas reuniones editoriales.
Un día, caminando, me encontré a Fausto bajando de un transporte rosa, lo salude y caminamos juntos hasta la casa. Parecía compungido, así que lo cuestione sobre su estado de ánimo, él se detuvo y miró hacia el cielo con amargura y me contó lo que le había sucedido "Fui a una librería del centro, me negaron la entrada por portar esto", señaló la pulsera multicolor, me quedé mudo ante su revelación, enfadado le respondí "Quéjese Don Fausto, nada se solucionará si no nos quejamos de todo esto, eso es discriminar, eso no se vale en pleno Siglo XXI, ¿por qué según le negaron la entrada?", Fausto sonrió fríamente y me contestó con voz apagada "Que porque existen librerías exclusivas para gays, y no podían violar la normatividad al quitarle la clientela a una librería especializada", solté una carcajada involuntaria, fue de enojo, "Puras pendejadas Don Fausto, eso es una chingadera, pero ya ve, si nos quejamos es porque somos mal agradecidos o no sabemos convivir, según ellos...cuando a mi no me quisieron dar pase al cine, dicen que exageré, pero no fue así", Fausto empezó a caminar de nuevo, su andar cabizbajo producía un cuadro deprimente, pese a lo soleado del día, sin detenerse, soltó un suspiro y me advirtió "Esto se pondrá peor Leonardo, antes fueron los judíos, los indios, los negros...ahora nos están encerrando, nos acorralan...", yo no dije nada, sólo pensé que ojalá el viejo historiador se estuviera equivocando.

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