miércoles, 14 de marzo de 2012

Tiranosaurio...

Nombrar al Tiranosaurio es evocar a uno de los más temibles y agresivos depredadores que han pisado la tierra. 
Cuando escuché hablar de "Tyrannosaur" fue después de su triunfo en Sundance el año pasado. Despectivo,  creí que era una película sobre algún asunto de paleontología o una ficción llena de dinosaurios vivientes, pero su excelente acogida en el festival más importante del cine indie me alentó a conseguirla para ver de qué trataba.
El resultado fue una de las películas más crudas, realistas y brutales del cine actual.

Joseph es un hombre viudo, alcohólico, iracundo cuya vida se ha tornado autodestructiva. Una noche, tras tocar fondo, conoce a Hannah, una mujer que trabaja para la caridad cristiana . Él la ve como una esperanza de redimirse y tratará de volverse su amigo, sin embargo, conforme la va conociendo se da cuenta que la vida de Hannah es mucho más azarosa de lo que aparenta.

El ser humano como un depredador, un dinosaurio carnívoro dispuesto a devorar y destrozar a sus víctimas como mera diversión o perversidad. 
Paddy Considine, al igual que otros tantos directores británicos contemporáneos como Mike Leigh, Andrea Arnold o Steve Mc Queen, nos retrata en su debut fílmico una historia desgarradora, llena de personajes claroscuros, llenos de matices y dobles vidas, un auténtico reflejo de la sociedad inglesa actual.

El observar a los protagonistas, Joseph (tremendo Peter Mullan) y Hannah (colosal Olivia Colman) es ver la vida cotidiana de dos personas en la sociedad occidental. Él enojado con la vida, como muchos de nosotros, y ella en un estado de conformismo en el infierno en el cual vive, refugiada en la religión. Pero obstruidas todas sus válvulas de escape, la explosión es inminente.
Ambos atrapados en una trivialidad llena de violencia, tratan de evadirla o atenuarla con felicidades efímeras, sin embargo, el terror y la indiferencia no pueden ser sus manchas eternas y ambos deciden combatir esas fuentes de monstruosidad, dándole una lección al depredador para conseguir su redención y libertad. Así pues, Joseph se venga del padrastro de su pequeño vecino, a la vez ayuda a Hannah quien harta de los maltratos de su abominable marido ( Eddie Marsan está maravilloso), le pondrá fin a su matrimonio de una manera nada ortodoxa.

Cuando terminas de ver Tyrannosaur, un golpe de depresión y dolor se encaja en tu ser. Las tonalidades grises de la fotografía de Erik Wilson son determinantes para destruir cualquier indicio de optimismo, lo descompone, lo inutiliza; cualquier esperanza se vuelve inútil como el cuadro de Jesucristo de la tienda de Hannah. 
Después de ver esta película, sales a la calle, miras a tu alrededor y te das cuenta que la ficción de Considine no es exclusiva de los barrios bajos de Londres, muchas Hannahs y Josephs deambulan por la calle.



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