Y es que ese sentimiento de entrar a una realidad diferente, mágica, donde todo pasa, donde tus problemas se esfuman como si flotaras en un sueño. El cine como ventana de la imaginación humana.
Mia Farrow, quien interpreta a Cecilia, entrega una apasionada y triste actuación, donde su personaje vive desolado, pues su marido es alchólico y jugador, además la golpea y su único refugio es el cine, su fortaleza de imágenes.
Pero cuando acaba la función, ese mundo mágico se esfuma y tenemos que regresar a la realidad, a esa dureza tangible que nos mantiene arraigados y nos corta las alas para volar.
Cecilia se queda al final llorando en el cine, viendo una película, refugiandose, sin pensar en nada más.
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